jueves, 9 de junio de 2011

9 JUNIO

Para empezar, FELICIDADES. Allá donde estés, FELICIDADES. Qué curioso que haya tardado tres años en sentir la necesidad de volver a felicitarte en este día, en tú día. Imagino que será el tiempo, que ¿todo lo cura? Será el tiempo, seguro. Pero de curarlo todo, nada de nada. Hay cosas que no se curan. Hay ausencias que, por mucho que pase el tiempo, no se entienden y la tuya es una de ellas. Tantas cosas se han quedado en el tintero, tantas conversaciones nos han quedado pendientes, tanto nos ha faltado por vivir juntos, que es imposible imaginar que el tiempo sea capaz de curar. Hoy he vuelto a imaginarte abriendo tu regalo, ¿te acuerdas?, (“no te preocupes, que tengo sin abrir el del año pasado”) cuando en realidad no había tal regalo. El regalo, el auténtico regalo para nosotros, era tu presencia, la certeza de tenerte siempre ahí, siempre como referencia, aunque pensaras que ya no te necesitábamos. Hoy he vuelto a verte en tantos días como éste. Otros días, todos los días, te he visto en tantos días diferentes. Pero la ausencia es irresistible, insuperable, por mucho que pase el tiempo. He tardado tres años, pero lo he vuelto a hacer, he conseguido felicitarte.
Por cierto, no sé si te lo he dicho, FELICIDADES PAPÁ. Un beso

viernes, 20 de mayo de 2011

INDIGNADOS

La peor actitud es la indiferencia, decir “paso de todo, ya me las apaño”. Si os comportáis así, perdéis uno de los componentes esenciales que forman al hombre. Uno de los componentes indispensables: la facultad de indignación y el compromiso que la sigue.(Stéphane Hessel)


Hace unos meses que leí la edición española del libro de Stéphane Hessel ¡Indignaos! y estos días, coincidiendo con las movilizaciones de los movimiento Democracia Real Ya y No Les Votes, he vuelto sobre él.  Sospecho que Hessel ni esperaba que en España surgiese algo así, ni pienso que una vez surgido intente siquiera atribuirse la mínima parte de su paternidad. Sin embargo encuentro una clara referencia al libro en el hecho mismo de que los concentrados en las distintas ciudades españolas se autodefinen como “indignados”.  Ciertamente estas concentraciones han cogido con el pie cambiado a las formaciones políticas. A todas, aunque las reacciones han sido diferentes y mientras hay quienes intentan pescar en río revuelto y aglutinar el descontento, otros optan por lo mismo de los últimos cuatro años, ponerse de perfil y esperar que escampe. Cuando hemos pasado cuatro años oyendo cómo se apelaba al espíritu crítico y la reacción de la juventud, de los parados, de los que tienen un empleo precario, de todo quisqui en definitiva, para protestar por su situación, una vez que ésta se produce no se puede descalificar sin más y poner todo el énfasis en la crítica por el lugar elegido para concentrarse. Cuando se han dado giros de 180º en las políticas que te han llevado al gobierno, no se puede pretender encauzar el descontento como si no hubiese una relación causa/efecto entre una forma de gobernar a bandazos y la situación en la que nos encontramos.
Más que la literalidad de las reivindicaciones me atrae la metáfora que supone el movimiento en sí, las concentraciones de gente tomando la iniciativa. Porque es la metáfora de un descontento generalizado con una clase política que no ha tenido capacidad suficiente para que nos sintamos representados por ellos. Parte de las reivindicaciones del manifiesto del movimiento 15-M hace tiempo que vienen siendo reclamadas desde distintos ámbitos. Las listas abiertas, el control sobre los salarios de los banqueros, son cuestiones que no ponen fuera del sistema a quien las reivindica si no que ayudarían a perfeccionar el propio sistema. Creo que es urgente despolitizar todos los ámbitos de la sociedad civil, porque desgraciadamente hasta las asociaciones de vecinos de nuestros pueblos y ciudades acaban convirtiéndose en escenarios de lucha política partidista. Éste ha sido el gran error de los partidos políticos mayoritarios, haber politizado absolutamente todo hasta el límite de convertir la democracia en partitocracia. Los partidos políticos son parte necesaria de la democracia, pero no son la parte imprescindible ni tienen la exclusiva de la misma. Me atrevería a decir que deberían ser la parte menos importante, porque la democracia es la expresión libre de las opiniones y deseos de los ciudadanos en el desarrollo de sus derechos y libertades y en la asunción de sus responsabilidades. Los partidos políticos deberían ser meramente el cauce de representatividad de esos anhelos en función de la ideología de cada cual. Desgraciadamente han pretendido convertirse en elementos imprescindibles, no como consecuencia de un trabajo de representación bien hecho, si no a costa de influir en todas y cada una de los ámbitos de la ciudadanía. A mi juicio los partidos son necesarios dentro del sistema democrático, porque jugar a dejarlos fuera de la vida pública puede acabar dando lugar al florecimiento de un tipo de caudillajes populistas que dinamiten, estos sí, el sistema en su propio beneficio. Este es el reto de los partidos políticos a partir de ahora, volver a conseguir que todos los consideremos necesarios. Desgraciadamente, ahora mismo la percepción que existe es que nuestra democracia representativa sólo nos ofrece votar cada cuatro años a unos señores que previamente otros han seleccionado sin contar con nosotros.

jueves, 12 de mayo de 2011

MONSEÑOR SANZ SE EQUIVOCA

A la vista del título, confío en que comenzar este artículo reconociendo mi condición de creyente cristiano no sea coartada para la descalificación de quienes defienden una presencia pública de la Iglesia basada en la articulación de un bloque ideológico y social, que reproduzca fielmente las directrices de la jerarquía. Tampoco creo necesaria más explicación que mi propia libertad, a las posibles reticencias de quienes defienden limitar dicha presencia pública de la Iglesia a las paredes de las sacristías y vean en este medio de expresar mi opinión una forma de exceder esa frontera. Interpretar los signos de los tiempos, tal como recomendó hacer a la Iglesia el Concilio Vaticano II, es aportar nuestra visión social cristiana al entorno más inmediato y cercano.
La carta semanal que el arzobispo Sanz dirige a los católicos asturianos entra de lleno en el fragor de la campaña electoral. La pregunta que da título a la misma, ¿Hay un voto católico?, pretende quedar sin respuesta dando por hecho la evidencia de que la Iglesia Católica no se presenta a las elecciones, pero en la práctica las palabras de monseñor Sanz se interpretan de forma inequívoca. Él mismo reconoce que no es neutral a la hora de evaluar los programas de los distintos partidos políticos, utilizando como referencia la mayor o menor cercanía de las propuestas programáticas respecto de la doctrina social de la Iglesia. En la práctica, las calibradas citas de la Sollicitudo rei socialis de Juan Pablo II más parecen la excusa sobre la que asentar una opinión previa, que referencias sobre las que edificar razonadamente orientaciones pastorales. Por no hablar del tufillo oportunista que rodea al hecho de utilizar como base de su argumentación exclusivamente documentos de un autor que ha sido recientemente beatificado. Nuestro arzobispo podría haber hecho referencia a algún documento de Pablo VI, que reconoce la variedad de opciones posibles en situaciones concretas, “una misma fe cristiana puede conducir a compromisos diferentes”. O podría haber hecho referencia a la Gaudium et Spes del Vaticano II, “...muchas veces sucederá que la propia concepción cristiana de la vida les inclinará en ciertos casos a elegir una determinada solución. Pero podrá suceder, como sucede frecuentemente y con todo derecho, que otros fieles, guiados por una no menor sinceridad, juzguen el mismo asunto de distinta manera”. O por acercarnos más en el tiempo, el propio Benedicto XVI en una exhortación apostólica del año 2007 afirma que “el cristiano laico en particular (…) está llamado a asumir directamente la propia responsabilidad política y social” y que “los políticos y los legisladores católicos, conscientes de su grave responsabilidad social, deben sentirse particularmente interpelados por su propia conciencia”.
Uno de los síntomas de la crisis que afecta a la Iglesia es, sin lugar a dudas, el que tiene que ver con la relación entre la Iglesia y el mundo. El cristianismo no puede existir sin pretensión de universalidad y en este sentido la Iglesia no es un fin en sí misma, sólo tiene sentido al servicio de la transformación profunda y evangélica del mundo. Constreñir el camino de esa transformación a una uniformidad ideológica o política, nos lleva al absurdo de una iglesia jerárquica empeñada en atribuirse la custodia del orden moral natural universal como contrapartida a la pérdida de la hegemonía sobre el orden político, que desde la Modernidad prescindió de cualquier fuente de legitimación religiosa.
No debería confundir nuestro arzobispo su libertad para recordar a los fieles los principios de la ética católica, con el deseo de gobernar nuestras conciencias a la hora de emitir el voto o de ejercer cargos públicos. A la luz de la doctrina social de la Iglesia, no parece que la metodología de la moral o del magisterio social de la iglesia católica deba corresponderse con la aplicación autómata de principios generales, porque en el discernimiento ante situaciones concretas se hace imprescindible la mediación de la conciencia personal.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Encuesta universitaria

Leo con interés los resultados de una encuesta que el diario El Mundo ha realizado a estudiantes universitarios sobre cultura general. La muestra es bastante significativa de la realidad universitaria española, pues se ha desarrollado entre estudiantes de siete ciudades diferentes y en universidades públicas y privadas. La nota que obtienen universitarios y universitarias actuales es de 4,9. Suspenso. Me llama la atención que solo un 9,2 % acierte a saber quién es el presidente de Portugal, o que apenas el 18% sepa cómo se llama el vicepresidente de EEUU. Un 63 % de los encuestados aciertan a decir el nombre de tres periodistas del corazón, pero solo el 52,8 % es capaz de enumerar tres ministros del actual gobierno de España con sus respectivas carteras. La pregunta con mayor índice de respuestas correctas, un 86,6 %, es la que inquiere sobre el nombre de la hija de Belén Esteban, tal cual. Apenas un 33,4 % sabe decir quién fue Winston Churchill, con el añadido de que quien supo situarlo lo hizo como primer ministro británcio, pero ninguno, ninguno, acertó a reseñar que también había sido Premio Nobel de Literatura. Menos de la mitad de los encuestados acierta a señalar a Goya como autor de "La Familia de Carlos IV", casi el mismo porcentaje que sabe el nombre del ganador del último mundial de Fórmula 1 o el del director de la película "Ciudadano Kane". Son un total de 19 preguntas que contemplan respuestas tan llamativas como que Melilla es la capital de Marruecos, que Arquímedes es el presidente de Portugal, que Churchill fue un alemán con gran importancia en el momento de la caída del muro de Berlín o que un tal "Obamita" es el vicepresidente de EEUU. Donde hay una mayor concreción de aciertos es en adjudicar a la Oveja Dolly el honor de haber sido el primer mamífero clonado. Hubiera superado el porcentaje de aciertos del nombre de la hija de Belén Esteban si no fuera porque muchas de las respuestas atribuían a la "Obeja" Dolly tal condición.

Quien haya entrado con anterioridad en el blog observará que han habido cambios. El color se ha modificado pasando del verde anterior a este azul cielo evocador de una primavera cada vez más cercana. He añadido una fotografía como referencia geográfica y visual del nombre del blog. Un recuerdo en blanco y negro como la televisión de la niñez en la que crecí, porque aunque la vida, y más la de un niño, se ve en colores hay ocasiones en las que determinadas ausencias todo lo tornan blanco y negro. El color reaparecerá. SEGURO.

miércoles, 23 de febrero de 2011

23-F

Parece irremediable que tal día como hoy se escriba sobre lo acontecido el 23-F del año 1981, así que lo voy hacer yo también. Cuando aún me dedicaba a investigaciones históricas por razón de los estudios, tuve la ocasión de participar en un trabajo de campo sobre la influencia de la memoria histórica de la Guerra Civil durante la Transición, dentro de un curso de doctorado sobre Historia y Fuentes Orales. De las entrevistas realizadas, hubo dos que hice a dos personas que vivían como yo en Piedras Blancas y que habían vivido ambos momentos, la guerra civil y la transición. Los dos han fallecido ya. Guardia civil uno y maestra nacional (así gustaba llamarse) otra, ambos mostraban a lo largo de sus respuestas sobre el tema la zozobra que habían sentido en el momento concreto de la intentona golpista. Fuera por el paso de los años (ambos estaban jubilados ya), fuera por la perspectiva que el tiempo les proporcionaba para el análisis de los acontecimientos (las entrevistas se realizaron en 1991), lo cierto es que ambos manifestaban que aquella noche sintieron miedo a que la situación volviese a generar un enfrentamiento entre los españoles. Me resulta llamativo esa respuesta tan concluyente de dos personas que al fin y al cabo habían "ganado la guerra" y por ello, en teoría, poco o nada perderían si la intentona triunfaba. La palabra fue "miedo". No sentían temor, preocupación o  desconcierto. Sentían miedo. Ajenos a los entresijos del golpe, que a toro pasado afloran en tertulias televisivas y radiofónicas, lo cierto es que los españoles vivieron aquella tarde noche pegados a la radio y desconcertados por la deriva del pais. Dice Javier Cercas en Anatomía de un instante que "...el país entero se metió en casa a esperar que el golpe fracasase. O que triunfase". Salvo por algunas personas dispuestas a jugarse el tipo por la democracia, lo cierto es que es una descripción que encaja perfectamente en los recuerdos de un por entonces adolescente, en mis propios recuerdos. Aquellos hombres y mujeres, aquellas familias como la mía, como la de tantos y tantos, esperó sobrecogida y con miedo un final. Esperar que apenas seis años despues de la muerte de Franco la gente se echase a la calle, para hacer fracasar la última gran asonada de la secular tradición militar española era poco menos que esperar, como alguno esperó, la resurrección del caudillo al tercer año. Algo completamente irreal e imposible. Pero antes que con la inacción, me quedo con el temor, con el miedo que percibí aquella noche en mi familia. Ése fue el mejor legado, por real, que tantas personas trasmitieron a quienes nos asomábamos a la vida de los adultos en aquellos momentos. Por eso, el mejor recuerdo es no idealizar la reacción de la sociedad española, como tampoco deberíamos idealizar la transición.
La intrahistoria de la sociedad española en aquella noche es algo que está por escribir y que, posiblemente, nunca se hará o será imposible de hacer en su totalidad. Queda el recuerdo de lo vivido por cada uno, sin exageraciones ni falsas realidades, para construir esa intrahistoria.

martes, 1 de febrero de 2011

Gritos de LIBERTAD

Sigo con interés desde hace varios días los acontecimientos que están ocurriendo en Egipto y los de semanas anteriores en Túnez. Algo se está moviendo en el medio Oriente y no parece que Occidente esté reaccionando como debiera, o como se esperaba que reaccionara. En la tertulia de esta mañana de Carlos Herrera en Onda Cero debatían acerca de las similitudes y diferencias de la situación que se vive en Egipto con la que se vivió en Alemania Oriental en las jornadas previas a la caída del muro de Berlín. Aparte de la boutade de Miguel Ángel Rodríguez señalando que el muro había caído gracias a la acción conjunta de Margaret Thatcher, Ronald Reagan y Juan Pablo II (una especie de triduo político-religioso que supera, aunque sólo sea por número, la conjunción planetaria de Pajín), en lo que todos estaban de acuerdo era en el diferente papel que Occidente ha jugado en ambas situaciones. Bien es cierto que en la situación que se vive en Egipto aún queda mucho por decir y los países occidentales siguen a la espera de acontecimientos, pero el hecho mismo de que la representante de la U.E. haya tardado prácticamente una semana en abrir la boca y que EE.UU esté a verlas venir cuando no a apoyar en la sombra a Mubarak, deja muy claro que a Occidente lo que está ocurriendo en Egipto le asusta. Ya se sabe, el statu quo que Trillo consagró en la España de Aznar como argumento geopolítico y militar de primer orden, tiene su aplicación también en Oriente Medio. No hace falta más que escuchar los deseos de Simon Peres, al que en su defensa de Mubarak sólo le ha faltado añadir aquello de “Virgencita, que me quede como estoy”.


No debemos perder la perspectiva de que estas protestas han tenido, están teniendo lugar en dos de los países más occidentalizados de la zona. Túnez y Egipto presentan una alta tasa de jóvenes con formación universitaria. No creo que a lo que aspiran sea a imitar la vida occidental, creo que su aspiración va más allá. Aspiran a ser libres y están dispuestos a luchar por serlo. Ahí está su peligro y es también el recelo que siente Occidente, sus ansias de libertad. El temor occidental a la radicalización islámica de este movimiento suena más a excusa de mal pagador que a un análisis correcto de la situación. La inacción de Occidente es la que puede acabar provocando precisamente que surja algún iluminado que derive las protestas hacia reivindicaciones de radicalismo religioso. Este movimiento ha nacido en las redes sociales y no en las mezquitas.

Bien haría Occidente en dar un paso al frente y dejarse de cálculos políticos, porque lo que se está reivindicando en las calles de El Cairo es ni más ni menos que LIBERTAD