martes, 27 de marzo de 2012

PAISAJE POST-ELECTORAL, CON HUELGA GENERAL AL FONDO

La primera conclusión del resultado electoral del 25-M es que Álvarez-Cascos ha conseguido el objetivo número uno con el que concurrió a las elecciones, tanto a las de 2012 como a las de 2011: arrinconar al PP en el mapa político asturiano. A la espera de contabilizar el voto emigrante para saber lo que ocurre con el escaño en disputa entre PSOE y FAC en la circunscripción occidental, lo cierto es que el PP ha consumado el fracaso que tanto ansiaba su antiguo general secretario. El descojone debió de ser mayúsculo la noche del domingo en el cuartel general de FAC, cuando la actual secretaria general no encontraba otro argumento en su comparecencia para resaltar los resultados obtenidos en Asturias que el hecho de haber mejorado en un punto porcentual con relación a las autonómicas de hace un año. Por otro lado, escuchar a la candidata comenzar su anodina comparecencia señalando que los asturianos habían dicho en las urnas que estas elecciones no habrían hecho falta, da pie a pensar que o no se ha enterado o no quiere enterarse. Desde el primer momento estaba claro que estas elecciones se hacían al margen de los intereses de Asturias, porque para lo único que eran necesarias era para saber quién se hacía con las riendas políticas del centro-derecha sociológico de la región. En esa ceremonia de la confusión, poco o nada ha ayudado a la estrategia particular de la candidata no haber renunciado al acta de diputada en el Congreso, que se ha guardado como un salvoconducto que no tardará tiempo en utilizar para emprender el viaje de vuelta a Madrid. Y ha quedado claro que en comicios autonómicos el PP asturiano ha establecido una línea que lo mismo le sirve para marcar su suelo como su techo electoral. Y si los datos finales corroboran los 13 diputados para FAC y las derechas pactan un gobierno para Asturias, nada hace pensar que tras tres años de gobierno, según los modos y maneras del hoy presidente en funciones, el PP sea capaz de recuperarse. Muy al contrario, es posible que la firma del pacto de gobierno sea también la firma de la rendición definitiva y el inicio de una travesía que acabe consolidando a FAC como la marca PP para Asturias. Veremos.

Algún fino analista criticaba ayer que los resultados en Andalucía y Asturias (en definitiva en Asturias resultó ganador el PSOE) eran una respuesta ciudadana a los recortes del gobierno popular, al tiempo que restaba valor a los votos precisamente por el hecho de ir en una línea que contravenía lo que se considera justo y necesario. Digo yo que los votos valdrán igual hoy que cuando propiciaron una mayoría absoluta hace escasos tres meses, aunque haya quienes se empeñen en restar o añadir valor a los sufragios en función de lo que vayan a opinar los mercados. Bien harían esos sesudos analistas en destripar el por qué de la pérdida de votos de la derecha con relación a los comicios de noviembre pasado, a partir del desencanto que entre el electorado popular haya podido causar el flagrante incumplimiento que el gobierno de Rajoy ha hecho de sus promesas electorales de no subir los impuestos y de no abaratar el despido.
Y en este horizonte aparece la convocatoria de huelga general del próximo 29 de marzo. Una convocatoria con la que se podrá estar en desacuerdo, pero a la que no se le puede restar legitimidad. Ni a la huelga como instrumento de protesta, ni a los sindicatos convocantes por anacrónicas que resulten algunas declaraciones. Y tampoco se puede restar legitimidad a esos otros sindicatos que, en esta ocasión, no apoyan la convocatoria de huelga. La reforma laboral emprendida por el gobierno que provoca esta convocatoria, se nos presenta como una necesidad para combatir el desempleo. El mantra de la necesidad de flexibilizar y modernizar el mercado laboral, es más un pretexto para transformar la concepción y función del trabajo asalariado en nuestra sociedad, que un mecanismo puesto al servicio del trabajo humano como principio de vida. Uno de los lugares comunes más repetidos en los últimos meses es el del político como un gestor obligado a recortar al servicio del bien común. Siempre consideré la política como algo más cercano a los fundamentos éticos que a la mera gestión. Soy un poco utópico, lo sé, por eso echo en falta medidas afianzadas en principios morales, que proporcionen un camino en el que el Hombre esté por encima del mercado y el Trabajo antes que el capital para que el trabajador deje de ser sólo una herramienta, porque las herramientas no tienen dignidad.
Por cierto, tengo una respuesta pendiente a alguien que me ha hecho la pregunta varias veces. Sí, voy a secundar la huelga general.