jueves, 9 de mayo de 2013

HUELGA EN LA ENSEÑANZA PÚBLICA

Hoy día 9 de mayo mis dos hijos de 17 y 12 años, estudiantes de 2º de Bachillerato y de 1º ESO respectivamente, se han quedado en casa y no han ido a clase. Han secundado la huelga convocada en la enseñanza pública. Yo también estoy en casa, pero trabajando. Y estoy trabajando desde casa porque, merced a ciertas condiciones históricas que veo muy complicado que mejoren, soy desde hace unos meses eso que los más rancios defensores del neoliberalismo económico llaman "emprendedor", bendito palabro. Yo más bien me considero un “superviviente”. Vamos, que para seguir viviendo de algo no me ha quedado otro remedio que hacerme autónomo y buscarme las habichuelas aquí y allá. Eso me permite trabajar algunas veces desde casa y también hacer alguna parada para, por ejemplo, escribir esta entrada al blog. También me permite, desde luego, dedicar tiempo a hacer las camas, calentar la comida o poner la lavadora, aunque esto último lo llevo peor porque la mayoría de las veces se me olvida encenderla (debe de ser por el ruido que hace que ya va siendo vieja y deberíamos cambiarla, pero este año 2013 hemos decidido recortar la partida presupuestaria dedicada a la renovación de electrodomésticos, lo que viene a ser la I+D+I doméstica). A lo que voy, mis hijos hoy han hecho huelga.

No voy a ocultar la parte de responsabilidad que tengo en ello. Ambos son menores y ambos no han ido hoy a clase porque su padre y su madre apoyamos la convocatoria de huelga. Lo que ya no tengo tan claro es que las razones que tenemos para secundar la huelga general convocada en la enseñanza coincidan con las suyas, ni siquiera con las razones de algunos de los convocantes.

Creo que la reforma educativa que ahora se plantea hay que analizarla dentro del conjunto de reformas que está llevando a cabo este gobierno. Forma parte del ajuste presupuestario y es indisociable del proyecto de modificación del sistema productivo que el gobierno está perpetrando, porque tiene el objetivo de lograr un reequilibrio entre la formación universitaria y la formación profesional. El problema es cómo y a qué precio.

Tengo la certeza de que la enseñanza pública es la que mejor puede corregir las desigualdades sociales, por lo que intentar introducir la lógica del mercado hasta el núcleo profundo del sistema educativo no parece el camino más razonable. En definitiva eso es lo que la LOMCE esconde subliminalmente. Quien se haya parado a echarle un vistazo observará, por ejemplo, que se introduce el llamado espíritu emprendedor como criterio a valorar en el alumnado.

Una de las consecuencias del discurso político con que el neoliberalismo conceptualiza sus valores, es la carga peyorativa con que se definen aquellos otros que no son considerados como tales. Bajo ese prisma pudiera ser que el aumento del paro se quiera enmascarar vendiéndonos lo positivo que es que las personas quieran ser emprendedoras y dejen de ser trabajadoras. Esa lógica llevaría a valorar al emprendedor como alguien con iniciativa, activo, con capacidades para salir adelante, mientras el trabajador sería un tipo vago, conformista y sin capacidades para mejorar. Sabemos que en tiempos de crisis más o menos profundas, y ésta que estamos viviendo es abisal, la sociedad acepta lógicas que, a fuerza de extenderse en el tiempo, parecen verdades absolutas y se agarra a ellas como a clavos ardiendo, porque cree que pueden suponer el final de su sufrimiento.

Ciertamente España tiene un problema con su sistema educativo. Desde que se promulgó la LODE los distintos gobiernos han ido alumbrando leyes que reordenasen la enseñanza, pero ninguno ha sido capaz de estructurar un modelo educativo válido y permanente. Y así estamos. La excelencia educativa del plan Bolonia y la equiparación con otros países europeos en el modelo de formación profesional son los dos factores clave a partir de los que este gobierno marca sus objetivos educativos. Tengo mis dudas respecto a ambos y aquí está la causa principal de mi oposición a la reforma educativa planteada. Por un lado, Bolonia ha introducido la “patita neoliberal” en la universidad, convirtiéndola en una empresa y olvidando su papel de formar ciudadanos civilizados. Cuando todo se supedita al mercado las relaciones sociales se pervierten hasta dejar de producir seres humanos para pasar a establecer mecánicamente una única diferencia entre productores y consumidores. Por otro lado, para que en España funcione un modelo educativo en el que la formación práctica suponga el 70% del mismo, hay que hacer recaer la carga de la prueba en la tercera pata que lo debería sustentar, el empresariado. En Alemania, por ejemplo, los empresarios no solo están obligados a acoger a todos los alumnos de FP en prácticas, sino que además les pagan a fin de mes. Dudo mucho que una clase empresarial como la de este país, tan partidaria por otro lado de la reforma laboral, sea capaz de arrimar el hombro en una reforma real y sin maquillajes del sistema educativo. Y es que en España, no nos engañemos, al contrario que en el resto de la OCDE, saber más no se paga mejor.

Siempre comento que un siglo en el que me hubiera gustado vivir es el XIX (por el romanticismo supongo, aunque tendré que dedicar otra entrada a esto). Ese empeño en orientar el sistema de enseñanza hacia el desarrollo tecnológico y profesional, me retrotrae a la discusión que, precisamente a finales del siglo XIX, y precisamente en Alemania, caldeó el ambiente de sus universidades, sobre cómo ser civilizado y útil a la vez. La polémica por equiparar a los titulados de estudios politécnicos con los licenciados de las facultades que habían engrandecido el genio nacional en la literatura, la música, el arte o la ciencia, llegó hasta el propio Kaiser Guillermo II. “Yo no quiero escuelas que produzcan ciudadanos griegos o ciudadanos romanos, quiero escuelas que produzcan eficientes ciudadanos alemanes”, fue su sentencia. El despegue científico y económico que registró Alemania se atribuyó al tipo de escuela del que se había dotado, cuyo modelo había sido clave para incrementar la productividad de las empresas. Sin embargo, apenas unas décadas más tarde el pueblo mejor educado de Europa sucumbió al nazismo.

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