martes, 4 de agosto de 2015

¿TENDER PUENTES O HACER LÍO?

En uno de esos encuentros que tanto le gustan, sin protocolos, sin corrección política, sin papeles, hablando directamente al corazón de la gente, durante la última Jornada Mundial de la Juventud celebrada hace dos años el papa Francisco conminó a los cristianos a salir a la calle a armar lío, “quiero lío en las diócesis, quiero que la iglesia salga a la calle, quiero que nos defendamos de lo que es estar encerrados en nosotros mismos”, afirmó.
¿Interpreta a su manera el arzobispo de Oviedo esas recomendaciones pontificias de hacer lío? Me temo que sí. Actuaciones, decisiones y escritos públicos de los últimos tiempos reflejan una hermenéutica mejorable, siendo amables en el calificativo, y cierta sensación de haber perdido capacidad para interpretar los signos de los tiempos. Reiteración de notas de prensa anunciando la expulsión de un sacerdote de su condición, con más alarde sobre la rapidez de la decisión que con tristeza y misericordia por el fondo; declaraciones públicas a la salida de una celebración religiosa sobre aspectos del mismo asunto anterior que, en todo caso, deberá sustanciar la investigación judicial civil; rectificación, sí sr. Arzobispo “rectificación”, sobre el traslado del sacerdote de Miranda, con envío incluido de nota de petición de rectificación a un medio de comunicación; y finalmente la guinda del recurso contra el Gobierno del Principado a cuenta de las horas dedicadas a la enseñanza de la religión en bachillerato. Todo ello en el contexto de la habitual catarata de cambios y nuevos nombramientos en las parroquias de la diócesis, ya habitual en esta época y con el añadido, en esta ocasión, de que se han anunciado públicamente cuando nuestro pastor se hallaba fuera de la diócesis en esa peregrinación anual a Tierra Santa de raigambre tan franciscana. Algo habría que reflexionar sobre las ausencias, en según qué momentos, y las presencias, en según qué lugares y compañías, de quién es la cabeza visible de la Iglesia asturiana. Pero ese es otro debate que está por abrir, aunque alguna vez habrá que hacerlo.

Desde hace no poco tiempo se ha instalado en la conciencia de la sociedad la percepción de una profunda crisis en la Iglesia católica. Quizá sean los tiempos recios de santa Teresa o el invierno eclesial del teólogo Rahner, pero lo cierto es que el marchamo que Francisco viene marcando desde Roma no acaba de cuajar en la católica España, ni asomo de que lo vaya hacer en el medio plazo. Lo único cierto es que el evangelio de Jesús ofrece un proyecto de vida y de sociedad al que los cristianos no deberíamos renunciar, por más que algunos se empeñen en hacer lío en lugar de tender puentes.

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